Para jueces del concurso literario
el yerno de Calígula nombró a los perros de la Corte.
Nada leyeron, se entiende.
Hocicos fieles, llevaron
las coronas de laurel
a sus dueños.
Se ve satisfecho el yerno de Calígula:
para elegir juez, ningún olfato como el suyo.
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