Mostrando entradas con la etiqueta Wislawa Szymborska. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Wislawa Szymborska. Mostrar todas las entradas

Wislawa Szymborska

FOTOGRAFIA DE LA MUCHEDUMBRE

En la fotografía de la muchedumbre
mi cabeza es la séptima de la orilla,
o tal vez la cuarta a la izquierda,
o la veinte desde abajo;

mi cabeza no sé cuál,
ya no una, no única,
ya parecida a las parecidas,
ni femenina, ni masculina,

las señales que me hace
son ningunos rasgos personales;

quizás la ve el Espíritu del Tiempo,
pero no la mira;

mi cabeza estadística
que consume acero y cables
tranquilísima, globalísimamente;

sin la vergüenza de ser una cualquiera,
sin la desesperación de ser cambiable;

como si no la tuviera en absoluto
a mi manera y por separado;
como si se hubiera desenterrado un cementerio
lleno de anónimos cráneos
en un aceptable estado de conservación
a pesar de su mortalidad;

como si ya hubiera estado allá
-mi cabeza, una cualquiera, ajena-

donde, si recuerda algo,
sea tal vez el profundo futuro.

Wislawa Szymborska

FIN Y PRINCIPIO

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.

En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

Wislawa Szymborska

ESTOY DEMASIADO CERCA

Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
Entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
Sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca,
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
mas he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
Se han sentado ángeles caídos.

Wislawa Szymborska

DIA 16 DE MAYO DE 1973

Una de esas muchas fechas
que ya no me dicen nada.

A dónde fui ese día,
qué hice, no lo sé.
Si en los alrededores se hubiera cometido un crimen,
no tendría coartada.

El sol brilló y se apagó
sin que yo me diera cuenta.
La tierra giró
y no lo mencioné en mi diario.

Preferiría pensar
que morí brevemente,
y no que nada recuerdo,
aunque viví sin pausa.

Pues si no fui ningún fantasma:
respiré y comí,
di pasos
que se oían
y las huellas de mis dedos
tuvieron que haber quedado en las puertas.

Me reflejé en el espejo.
Llevaba puesto algo de algún color.
Y seguro que hubo gente que me vio.

Quizá ese día
encontré algo que había perdido antes.
Quizá perdí algo que encontré después.

Me embargaron sensaciones, sentimientos.
Ahora todo eso es
como puntos entre paréntesis.

En dónde me metí,
en dónde me enterré,
en verdad no es un mal truco
perderse a una misma de vista.

Agito mi memoria,
tal vez algo en sus ramas,
adormecido por años,
salga de pronto volando.
No.
Evidentemente exijo demasiado:
tanto como un segundo.

Wislawa Szymborska

LA REALIDAD EXIGE

La realidad exige
que lo digamos bien claro:
la vida sigue su curso.
Sucede así en Cannas y en Borodinó,
en los llanos de Kosovo y en Guernica.

Hay una gasolinera
en una pequeña plaza de Jericó,
hay bancos recién pintados
cerca de Bila Hora.
Las cartas van y vienen
entre Pearl Harbor y Hastings,
pasa un camión de muebles
bajo la mirada del león de Queronea
y solo un frente atmosférico amenaza
los florecientes jardines cercanos a Verdún.

Hay tanto de Todo
que lo que hay de Nada queda muy bien cubierto.
De los yates de Accio
llega la música
y en la cubierta, al sol, bailan las parejas.

Pasan siempre tantas cosas
Que seguro tienen que pasar en todas partes.
Donde hay piedra sobre piedra
hay un carro de helados
cercado por los niños.

Donde estaba Hiroshima
de nuevo está Hiroshima
y se siguen produciendo
objetos de uso cotidiano.

No le faltan encantos a este hermoso mundo
ni tampoco amaneceres
para los que merece la pena despertar.

En los campos de Macejowice
La hierba es verde,
y en la hierba, como pasa en la hierba,
la escarcha, transparente.

Quizá no haya un lugar que no haya sido un campo de batalla,
los aún recordados,
los hoy ya olvidados,
bosques de cedros y bosques de abedules,
nieves y arenas, pantanos irisados
y barrancos de negro fracaso
donde en caso de urgencia
satisfacemos ahora nuestras necesidades.

Qué moraleja sale de todo esto: parece que ninguna.
Lo que de verdad sale es la sangre que seca rápida
y siempre algunos ríos, algunas nubes.

En esos desfiladeros trágicos
el viento se lleva los sombreros,
y es inevitable:
la imagen nos da risa.

Wislawa Szymborska

AGRADECIMIENTO

Debo mucho
a quienes no amo.

El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.

La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.

Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
yeso el amor ni puede darlo
ni sabe tomarlo.

No los espero
en un ir y venir de la ventana a la puerta.
Paciente
casi como un reloj de sol
entiendo
lo que el amor no entiende;
perdono
lo que el amor jamás perdonaría.

Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.

Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas,
los paisajes nítidos.

Y cuando nos separan
lejanos países
son países
bien conocidos en los mapas.

Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.

Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.

"No les debo nada",
diría el amor
sobre este tema abierto.