He pensado mucho
en los ritos más pálidos del hombre
ese llamar a puertas evasivas
buscando soluciones al infierno,
ese nombrar la vida
con el mismo tonillo deslustrado,
ese dejar al prójimo que cargue media cruz
prometiéndole sólo completarla,
pero también hago recuento
de viejas esperanzas, treguas, naves
encaminadas a mejores días.
Tras el duelo vendrá
la hora de la luz; entonces
habrá pupilas para ver un mundo
sin ídolos de viento, sin tapujos
de sangre reseca, glorificado
por súbitos milenios de gracia general:
Será la luz helena
que cosechamos una primavera
entre cantos homéricos
y meditaciones contemporáneas
al pie de los olivos;
una luz
cuyo reflejo danza filtrando las
memorias,
ganando manantiales al tumulto
mientras el orbe sigue su patética vía.
Chispearán los afectos
y vencerá la voz humana:
entonces nos diremos lo debido.
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