Texto de juventud que vuelve a tener actualidad.
Amanecí
con una mala palabra en la punta de la lengua.
Era un pequeño mitin de saliva
rabiosa. Una jauría
de gérmenes de muerden los talones
de sus propias mandíbulas.
La grabación de un rechinar de dientes.
Un pasarse la noche
más oscura del alma
con el furor en vela.
El más feroz estado de ánimo de mi puño.
En verdad un bellísimo vocablo:
la canonización de una blasfemia.
Me arrojé hacia el olvido, hacia la pluma.
Reuní rápidamente en el espacio
de esta hoja, montañas, ríos, prados,
la veleidosidad de los colores
que busca mi alfiler coleccionista,
la cabra montaraz que es en la roca
la flor del equilibrio; el abejorro
que le permite rechinar al cielo.
Pero sentí de pronto que debía
sacudir la cabeza
y desenmarañarme las neuronas,
mover cabeza y lengua
hasta que la palabra
resbaló a esos renglones
como si el "rompan filas" de la muerte
diera en el centro mismo del espejo.
al caer en el cosmos del poema,
en su fina estructura de reloj emotivo,
esta dura palabra
con la que desperté,
vuelve un entrenamiento guerrillero
lo que intentaba ser día de campo.
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