II
(fragmento)
Experto en simulacros,
el paladín de la historieta llega tarde
a vestir el atuendo indispensable
para poner a salvo a los efímeros:
dueños del cuerpo que jamás tuvieron,
se entregan al vacío,
absurdamente caen,
se desintegran
sin tiempo alguno para recordar
el día ms hermoso de sus vidas.
Hundido en el cascajo,
un timbre pertinaz
se desgañita sin respuesta.
La cámara, muy lejos de la escena
inconveniente,
se niega a registrar
la lenta defunción de los caídos.
(Nadie quiere aceptar
que los verdugos,
aunque no salgan casi en las pantallas,
tienen peines también,
seres queridos,
leyendas
y canciones.)
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