y nadie se da cuenta.
Sigo en el autobús,
miro por la ventana, me distraigo
y extravío en gran parte lo que he sido.
Tomo de los momentos sólo lo indispensable,
recorto los jirones,
y sé que pese a todo los conservo
cuando llegan de pronto
renovando mi asombro.
Mi tiempo se ha ensanchado,
ya no es la vehemencia de los gestos.
Es despertar en medio de un bullicio
que a ratos desconozco.
Avanza descreído,
prolífico de anécdotas
que en verdad no recuerdo.
Ahora en su vacío
sólo quedan palabras,
palabras como nueces
que tengo que romper
para extender los brazos
y constatar de nuevo lo que toco.
Para C.S.
Este instante contigo aquí en el parquees tan igual a otros y a la vez tan distinto
que siento transcurrir debajo de la banca
el río que nos lleva vida adentro.
La corriente de nuestra amistad
tiene de pronto trechos
por los que avanzamos en silencio.
En ellos la quietud es suficiente
para mirar el fondo y tener vértigo.
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