Una ventana se abre encima de otra
y ésta, de otra.
Muestran una enormidad
que las devora
hasta desdibujar sus marcos,
la luz,
la niña
de mis ojos.
Qué ilusiones.
Cierta de haberle puesto coto
a mis momentos perdidos,
logré
en verdad
sobreponerlos,
claraboyas,
nítidas imágenes.
Y los oleajes de aquella inmensidad
lo inundaban todo.
Así te escudriñaba,
te preguntaba por tu vida,
y la expresión tuya
ponía esa escena
sobre otra algo más grande,
un suceso,
un pasado,
no sé,
alguna crueldad,
alguna ausencia.
Por ello la amplitud.
La casinada en el espacio
del entendimiento.
Sólo así despertarás todos los días:
promesa,
movimiento hacia adelante,
precoz, profética apertura,
negritud aquí enterrada,
al centro,
ante patadas de ahogado,
ante la imbatible,
lacrimosa catarata.
Desde el aliento
que aún sale a flote,
sé.
Sé que algo me querías decir.
Algo.
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