Aunque la corneja lleva ya horas
atropellada en la carretera
completamente aplastada
porque el automovilista no se molestó en desviarse
sino que más bien apuntó hacia ella
el viento sin embargo no
ha abandonado completamente la esperanza,
acaricia delicadamente el cuello de la corneja
o lo que había sido su cuello
(las plumitas ondean levemente)
y dice con voz suave y sugerente:
¡Anda, levántate!
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